OPINIÓN

Violencia de género

29 ago 2017 | Ricardo Homs

La violencia de género tiene muchos rostros, desde la que se efectúa en la relación de pareja, en el acoso sexual en el trabajo, como el escándalo de una azafata acosada por un piloto de Interjet, la trata de personas con fines sexuales, feminicidios, violaciones con secuestro temporal, entre otras muchas formas de ejercerla.

Sin embargo, igual que las monedas, puede haber dos caras en este mismo problema.

Todos sabemos que el ejecutor de la violencia de género es un hombre, pues si no fuese así no tendría este calificativo.

De la otra cara, poco se habla. Muchas mujeres hoy solapan a los hijos varones, a quienes les justifican la violencia de género y para lograrlo, hacen recaer en las víctimas la responsabilidad de la agresión.

Hace unos días platicando con la empleada doméstica de la familia, mujer muy trabajadora y responsable, agobiada por la responsabilidad de mantener a sus hijos no obstante no tener muchos años de edad y por ello vive dividiendo su semana laboral entre tres familias a las que nos trabaja por horas, nos relataba que por tres ocasiones la que fue su suegra la puso en manos de polleros para que la llevasen a Estados Unidos para que ganase dinero para mantener a sus hijos, mientras éstos quedaban en custodia de ella y su hijo, que es el padre de los pequeños.

Los riesgos para esta esforzada mujer fueron muy altos y las tres veces fue deportada por “la migra”. Toda esta historia salió a colación de sus brazos extremadamente delgados y sus manos pequeñas como de niña, que se escurrían en las esposas que le pusieron los agentes fronterizos.

¿Por qué esa señora no exigió a su propio hijo que asumiera su responsabilidad como hombre, para ofrecer una vida digna a sus nietos?. Es la actitud solapadora de muchas madres de familia con sus propios hijos adultos, con lo cual ellas se convierten en co-responsables de la conducta de ellos.

Esta esforzada mujer que cuenta su historia llegó a concluir que su suegra quería deshacerse de ella porque su hijo ya estaba entusiasmado con otra mujer, con la que hoy vive.

Los altos riesgos de las mujeres migrantes permiten suponer que esta trabajadora doméstica está en lo cierto.

Esta historia, que en esencia también es violencia de género pues transmite a la mujer la responsabilidad total y absoluta de la manutención de los hijos y al hombre lo exime de ella, para que vaya  como macho garañón a gestar irresponsablemente más hijos con otras mujeres a las que seguramente también luego abandonará, posiblemente sea una conducta social recurrente en muchas familias, pero poco se habla de ella. Es la complicidad de una mujer en el ejercicio de la violencia de género.

En muchas de las historias de niñas violentadas por padrastros o familiares, es frecuente que esté presente la complicidad, o el silencio, de la propia madre, quien prefiere poner en posición de víctimas a sus hijas, con tal de retener a su pareja y considera la violencia de género como una circunstancia implícita y natural en la vida de la mujer.

¿Qué podremos decir de esas historias narradas en reportajes periodísticos donde describen que en Tenancingo hay familias completas que viven del tráfico de jovencitas que son cooptadas en otros estados de la república por sus propios hijos, convertidos en padrotes que las seducen para llevarlas con sus familias, ahí en Tlaxcala, donde son obligadas a prostituirse con la complicidad de las madres y hermanas del padrote?

Esta historia que tiene que ver con la feminidad es parte de otras muchas, donde las mujeres, lejos de asumir la solidaridad con sus congéneres, terminan siendo las victimarias de muchas jovencitas. ¿Mujer contra mujer?.

Independientemente de responsabilizar de este problema a los gobernadores de Tlaxcala, el actual y los anteriores,  de no haber actuado para resolver este problema tan difundido nacionalmente y tan evidente que está frente a sus propios ojos, nos habla de un grave problema cultural, en que la complicidad femenina exacerba y estimula la violencia de género cuando hay madres que solapan a sus hijos golpeadores, feminicidas o simplemente abusadores.

Antes había más conciencia dentro de las familias tradicionales de la necesidad de educar a los hijos para que fuesen personas responsables y les fuese bien en la vida. Hoy tenemos una sociedad solapadora, ya que estamos ante una tendencia en la que no se busca formar a las nuevas generaciones como personas honorables y responsables, sino simplemente exitosas económicamente, aunque ésto signifique hacerlo de forma no ética y quizá hasta delincuencial.

El éxito económico hoy es tan seductor, que hace que minimicemos lo que hay que hacer para conseguirlo.

Si la educación es integral y para estimular a los hijos a obtener el éxito económico somos flexibles en el aspecto ético y moral, no nos sorprenda que también en su vida personal sean una basura, donde ser golpeador y violento con las mujeres es una de sus manifestaciones.

Para erradicar la violencia de género las autoridades que trabajan en este tema deben voltear al aspecto cultural, entendido éste como una manifestación de la conducta colectiva y dentro de ésta, dirigirse al fenómeno de la participación femenina en las agresiones. Principalmente focalizarse en la concientización de las madres para que no se conviertan en cómplices de la agresión de sus hijos contra otras mujeres.

El respeto a la feminidad debe iniciar dentro de casa.

¿Usted cómo lo ve?

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